Les invito, amigos todos, a ponerse delante de la imagen de nuestro querido Señor de los Milagros para examinarla juntamente conmigo, y agradecerle el regalo que le ha hecho al Perú dándole esta imagen maravillosa.
La verdad es que ha pasado las fronteras y ya no sólo está en el Perú, sino donde quiera que haya un peruano.
Veamos los valores que podemos descubrir en el cuadro.
Ante todo se trata de una imagen trinitaria porque no está solo el Crucificado sino que, en la parte alta está, Dios Padre con el mundo entre las manos, haciendo ver que Él es el único creador de todo cuanto existe.
Entre el Padre y el Crucificado, está el signo con que el Espíritu Santo se hizo presente en el bautismo de Jesús, es decir, una paloma.
Más abajo, y dominando la escena, está el Dios hecho hombre y crucificado.
El pueblo lo llama “el Señor”.
Esta palabra significa el que domina, el dueño, el que manda y, se supone, que siempre que hay uno que manda debe haber uno que obedece… es decir, todos los que le llaman Señor con espíritu de fe reconociendo que Jesús nos ha conquistado con su amor y entrega.
Solamente con esta primera visión del cuadro, tenemos una oportunidad grande para hablar del misterio de la Santísima Trinidad.
Ese Dios bueno que nos ha creado y ha querido, incluso, hacernos a su imagen y semejanza.
Otro de los puntos más fuertes para nuestra meditación es ver al crucificado.
Enseña San Alfonso María de Ligorio que Jesús nos hubiera podido redimir con una sola lágrima ya que ésta tendría un valor infinito.
Sin embargo, su muerte en la cruz nos manifiesta la realidad de lo que el mismo Jesús dijo en la última cena:
“No hay amor más grande que el que da la vida por los amigos”.
Además, si vamos a San Pablo nos dirá en sus cartas que, al ser todos pecadores, todos éramos enemigos de Dios. De donde se deduce que el amor de Cristo es mucho más grande porque siendo “enemigos”, dio la vida por nosotros.
Al pie de la cruz vemos también la imagen de María, el alma pura y virginal que “compadece” con su Hijo y es símbolo de las personas santas y buenas que saben aprovechar la redención.
Al otro lado de la cruz encontramos a la mujer penitente (Magdalena al parecer) que indica la presencia también del pecador arrepentido y que es una gran invitación para que todos nos acerquemos a la Trinidad por medio de Jesucristo y conseguir la misericordia y el perdón que necesitamos.
En cuanto al título que se le da al cuadro, está lleno de sentido, porque el “Señor de los Milagros” quiere indicar que Él tiene poder para sanar los cuerpos (y muchos son testigos de ello) pero también y sobre todo para sanar las almas.
En fin de cuentas más milagro es convertir un corazón duro que un cuerpo herido.
Tengamos en cuenta que en todo el Perú esta devoción es un signo externo que mantiene viva la fe del pueblo de Dios.
No hemos de olvidar que todos, pero sobre todo los más sencillos, llegan a Dios a través de los signos. Esta es la historia de siempre.
Pretender quitar estos signos externos sería no entender el plan salvador de nuestro Dios.
Lo que sí debemos tener en cuenta es que es preciso ayudar a los fieles, para que puedan leer los signos que quizá no son suficientemente claros para ellos. De esta manera fortalecemos su fe.
Finalmente hay que decir que la imagen del Señor de los Milagros nos hace a todos misioneros. Una prueba de ello es que, como he dicho antes, los peruanos que salen al extranjero van formando en las parroquias grupos de devoción al Señor de los Milagros.
Para ellos y para nosotros son interesantes estas palabras de Benedicto XVI:
“En la medida en que nos alimentamos de Cristo y estamos enamorados de Él, sentimos también dentro de nosotros el estímulo para llevar a los demás a Él, pues no podemos guardar para nosotros la alegría de la fe. Debemos transmitirla”.
José Ignacio Alemany Grau, Obispo
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Universidad Catolica Sedes Sapientiae