EL REAL FELIPE, OBLIGADA VISITA EN EL BICENTENARIO
Acabo de estar en la Fortaleza del Real Felipe este sábado 25 de septiembre del 2021 y me gustaría animarles a visitarlo. Saldrán enriquecidos y gozosos de esta aventura patriótica recorriendo los vericuetos del monumento, contemplando espectaculares vistas, "tocando" armas y estatuas, sintiendo luces y sombras, muerte y vida de una entrañable historia que nos alecciona y desafía. Comenzamos con un excelente video de unos 20 minutos que nos da cuenta de la historia de la construcción, su razón, los acontecimientos más importantes y un recorrido sintético con lo más representativo de la visita. El recorrido nos llevó unas dos horas.
ANTECEDENTES
El Callao fue siempre la primera puerta y primer puerto de entrada para Lima y el Perú. En la actualidad es el principal puerto del país y uno de los primeros de América y el Pacífico en tráfico y capacidad de almacenaje. En 1537 Diego Ruiz inaugura un tambo y la construcción de una serie de bodegas; o depósitos destinados a la protección de las diferentes mercancías que allí desembarcaban; y ello dio pie a un centro urbano de rápido crecimiento. En 1555 se inicia la construcción de un barrio español. Un año después, en 1556 el virrey don Andrés Hurtado de Mendoza nombra Alcalde de Lima a Juan Astudillo Montenegro, quien a su vez nombró como alguacil de Puerto a Cristóbal Garzón, siendo la primera autoridad municipal del Callao. Lógicamente no todos los visitantes traían buenas intenciones y había que vigilar y controlar especialmente a los piratas y corsarios por lo que entre 1640 y 1647, se construyen murallas de defensa por iniciativa del virrey Pedro de Toledo y Leiva.
LA FORTALEZA DEL SIGLO XVIII
Pero será el devastador terremoto en 1746, seguido a los pocos minutos de un terrible tsunami lo que destruyó el puerto, dejándolo desprotegido. Fue entonces que el virrey José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda (lo salvó de las olas), ordenó la construcción de una fortaleza, según del francés Luis Godin y los españoles José Amich y Juan Francisco Rossa. El 21 de enero de 1747 se iniciaron los trabajos con el cavado de las zanjas y el 1 de agosto del mismo año se colocó la primera piedra. Será una obra paradigmática de la arquitectura defensiva del imperio español que costó alrededor de tres millones de pesos. Para esta se utilizaron bloques de piedra traídos de las canteras de la isla San Lorenzo y de los restos desenterrados de las antiguas murallas destruidas por las catástrofes. Estos bloques compuestos de cuarcita y arenisca fueron reforzados con «calicanto» (mezcla de arena, cal y clara de huevo de aves guaneras. El nombre fue elegido en honor del rey del momento Felipe V de la Casa de Borbón. La edificación finalizó durante el mandato del virrey Manuel de Amat y Junient en 1774. Años más tarde, en 1782, el virrey Manuel Guirior mejoró la fortaleza, evitando su vulnerabilidad ante cualquier «golpe de mano» por sus flancos, por lo que construyó dos pequeños fuertes, llamados «San Miguel» y «San Rafael», que se hallaban a corta distancia hacia ambos lados del recinto completando el sistema defensivo llamado «Los Castillos del Callao».
Tiene la forma de un pentágono irregular ocupando un área de 70 000 m², con un baluarte en cada uno de sus cinco vértices. Los baluartes llevan los nombres del Rey, la Reina o la Patria, el Príncipe, Jonte o San Felipe, la Princesa, la Tapia o San Carlos y San José o la Natividad. Además de ellos dispone de dos torreones: el Rey y la Reina (este último torreón mira hacia el mar, en dirección oeste), así como cinco murallas: la del Camino Real, de la Marina, Camino de Chucuito, la Marcelosa y la de Camino de la Magdalena. Posee dos puertas: la Principal, que está en la muralla del Camino Real, y la del Perdón, que está en la muralla Camino de Chucuito. En dirección norte desde la fortaleza se hallaba el Fuerte San Miguel y al sur se encontraba el Fuerte San Rafael.
El recinto posee dos entradas. La «Principal» o «de Honor» se ubica en el tramo de la muralla comprendido entre los baluartes de «El Rey» y «San José». Se encontraba orientada hacia el antiguo «Camino Real» de Lima al Callao (hoy avenidas Sáenz Peña y Óscar R. Benavides). Contaba con un puente levadizo para cruzar el foso de agua que originalmente rodeaba a la fortaleza. En la actualidad frente a ella se halla la «Plaza Independencia». La secundaria, situada en la parte posterior de la fortaleza, es conocida como la «Puerta del Perdón», pues fue utilizada durante el sitio del Callao por los desertores que se pasaban al lado patriota.
RECORRIDO
Torreón del Rey. Fue restaurado a mediados de la década de 1990 del siglo XX y se caracteriza por contar con tres niveles (base, machón y mirador). La base tiene 24 cañones de fierro y el machón ocho cañones de bronce. El «Torreón del Rey» se halla en el baluarte del mismo nombre. Cuenta con tres niveles, en dos de los cuales hay plataformas con cañonesː la primera con veinticuatro de fierro y la segunda con ocho de bronce. El interior era un búnker laberíntico que poseía todo lo adecuado para resistir cualquier ataque. Un puente levadizo completaba la seguridad, pues era el único acceso que poseía cada torreón. Al igual que el torreón de la "Reina", el del "Rey" fue modificado durante la guerra del Pacífico, reemplazándose los niveles superiores por dos plataformas para cañones giratorios.
El «Torreón de la Reina». Ubicado en el baluarte homónimo, estaba equipado con depósitos de municiones, provisiones y un pozo con agua. Posee un calabozo semicircular en el que los detenidos permanecían de pie todo el tiempo. Inicialmente el torreón contaba con dos niveles con plataformas de cañones, pero se modificó en la guerra con Chile, eliminándose el nivel superior, donde se prepararon cuatro plataformas para cañones giratorios Vavasseur, uno de los cuales aún existe en el museo. Ambos torreones eran considerados como dos fortalezas dentro de la misma, pues si el recinto principal era ocupado por los invasores, se levantaban los puentes, que eran el único acceso a los torreones, permitiéndoles aislarse del exterior para continuar la lucha desde allí.
La «Casa del Gobernador». Era el lugar de alojamiento del jefe militar de la plaza. Se construyó en el vértice del baluarte de «San Carlos» y tenía tallados en su frontis los escudos de los reyes de España. Hoy se exhiben allí objetos pertenecientes a diferentes épocas militares, desde la incaica hasta la etapa republicana. Particularmente es lo que más me ha gustado ya que se pueden ver los planos de la fortaleza, las imágenes de los personajes que la habitaron, así como cuadros y bustos de los protagonistas (próceres, libertadores) de la Independencia.
Entre los cuadros y estatuas destacan las de los virreyes José Antonio Manso de Velasco, I conde de Superunda, Amat, Abascal, Laserna. Dos de sus protagonistas: Ramón Rodil, defensor realista y Bartolomé Salom, general venezolano, jefe patriota, que fue el responsable máximo de la rendición.
Culmina con una acertada capilla en la que no falta la alusión a la Virgen de la Merced como patrona de las armas del Perú y un paradigmático cuadro que representa los estragos de la guerra (peste y muerte)
El «Caballero de los Doce Cañones» está ubicado en la parte alta de la «Casa del Gobernador». Al igual que los torreones, tenía capacidad de convertirse en un fuerte impenetrable en caso de la ocupación del atacante, al cual se le podía contraatacar desde allí. Su nombre se debe al armamento que utilizaba: doce cañones que apuntaban hacia los cuatro lados; además de tres líneas de retirada, cada una con cañones apuntando contra los invasores.
En la parte baja del baluarte de «San Carlos» se construyeron cuatro «casamatas» destinadas inicialmente como almacenes pero que luego serían usadas como prisiones.
En una sala aparte se encuentra «La Casa de la Mujer» que rinde homenaje a la mujer peruana por su participación en tiempos de guerra. Al lado, donde estaba antiguamente el aljibe, destaca la «oploteca», esto es, la colección de armas portátiles del museo. Se exhiben armas de puño (pistolas y revólveres), de largo alcance (fusiles y carabinas) y de acompañamiento (ametralladoras, lanzagranadas y morteros).
Dentro del recinto se halla también el Parque de Vehículos Blindados, donde se exponen tanques de distinta procedencia; y el Parque de Artillería, en el que se muestran cañones utilizados por el ejército en diversas etapas de su historia.
También se exhibe una réplica de la parte frontal de la «Casa de la Respuesta», existente en la ciudad de Arica, en la que el coronel EP Francisco Bolognesi dio su célebre respuesta. Al lado de esta réplica se halla el «Monumento al Soldado Desconocido», que representa a todos aquellos que en honor al ejército sacrificaron su vida por la patria.
DURANTE LA INDEPENDENCIA
La fortaleza permaneció sin mayores incidentes hasta 1806 cuando se empezó a gestar la independencia del Perú. Fue entonces cuando el virrey José Fernando de Abascal y Sousa ordenó construir un almacén para las armas y la artillería, así como un aljibe que pudiera contener agua para abastecer a dos mil hombres por cuatro meses de ocurrir un sitio a la fortaleza. El Almirante Guillermo Brown realizó un bloqueo al puerto del Callao el 21 de enero de 1816. Al mando de una flotilla, Brown capturó algunos barcos españoles y bombardeó el puerto sin causar mayores daños. Fueron contestados por los cañones de los castillos y de las baterías terrestres, que obligaron a retroceder a los atacantes. El 16 de enero de 1819, la fortaleza rechazó el ataque de la escuadra libertadora del almirante Lord Thomas Cochrane durante el gobierno del virrey Joaquín de la Pezuela. Ese intento infructuoso obligó al general José de San Martín a entrar a la capital por Pisco y no por el Callao. Una vez declarada la independencia, se ordenó el sitio del fortín, que se hallaba bajo dominio español al mando del general José de La Mar.
El 19 de septiembre de 1821, al ver la escasez de alimentos y la amenaza de epidemia que sufrían sus tropas, La Mar decidió entregar la plaza y unirse a las fuerzas independentistas. San Martín entonces renombró la fortaleza bautizándola como «Castillo de la Independencia».
El 18 de junio de 1823, el general realista José de Canterac ocupó Lima. El poder Ejecutivo, así como los funcionarios públicos, se trasladaron al Callao, instalándose en el Real Felipe. El Callao fue entonces la Capital de la República.
Meses más tarde, el 31 de agosto de 1823, llegó al Callao el bergantín "Chimborazo" trayendo al Libertador Simón Bolívar, quien hizo su entrada apoteósica el 1º de setiembre del mismo año.
El 5 de febrero de 1824 se produjo la sublevación del Sargento Dámaso Moyano y los Castillos del Real Felipe son entregados a las fuerzas del Virrey La Serna, asumiendo el comando de la Fortaleza el Coronel José María Casariego, que se hallaba prisionero.
EL TERRIBLE SITIO DE 1824 A 1826: RODIL, P. MARIELUZ, TORRETAGLE…
Más adelante asumirá el mando el brigadier español José Ramón Rodil y Campillo, quien, negándose a reconocer la capitulación de Ayacucho, resistió el asedio de las fuerzas patriotas al mando del general Bartolomé Salom. Nadie mejor que el médico y político Hipólito Unanue para describir el estado del sitio, convertido en una prisión tanto dentro como fuera de la fortaleza:
Rodil sigue defendiéndose obstinadamente y no pasa día sin que se haga fuego fuerte contra él. Por su parte tiene una vigilancia enorme y apenas ve que se pasa alguno del pueblo o que se trabajó en la línea, cuando cubre de balazos el sitio, así es que no se pasan de miedo muchos que desean hacerlo.
Se considera que fueron entre cuatro y siete mil las personas sitiadas. Para empezar, Rodil no obligó a nadie a emigrar a dicha fortaleza. En un bando que publicó el 18 de agosto, dos días después de enterarse de la tragedia en Junín, informó que, en caso de que la fortaleza del Callao estuviera bajo sitio, toda persona o familia que se acoja a la seguridad de la plaza, estaba en la obligación de llevar sus víveres en abundancia, ya que los que se encontraban en la plaza eran para la guarnición. La mayoría de historiadores ha señalado que la élite limeña formó parte de la población recluida en los Castillos. De hecho, hubo más personajes de igual o menor importancia, pero no fueron identificados por gran la cantidad de refugiados.
Rodil tuvo mucha razón al decir que las epidemias constituyeron un enemigo al que no podrían vencer. Fueron las causantes del mayor número de bajas entre militares y civiles. De un total aproximado de 3.000 soldados, murieron 785 por combate y 1.312 por enfermedades; la fuerza efectiva que quedaba tras la entrega de la plaza era de 870, de los que 171 se encontraban enfermos en el hospital y muchos otros afectados por el escorbuto. Sobre la población civil, no hay una cantidad exacta de muertos, pero esta sobrepasa los 2.000. Más adelante, para evitar que el desánimo de los civiles afectara a la guarnición, mandó que aquellos que no tenían recursos suficientes para subsistir en el Callao, abandonasen la plaza: en dos meses, se libró de 2.389 refugiados que se fueron por su propia voluntad. Fue "una matanza colectiva provocada por el miedo, la desolación y el terror".
La rendición de los Castillos del Callao significó un enorme sacrificio para Rodil. Prácticamente no tenía otra opción. El hambre y la enfermedad le obligaron a abrir las negociaciones con Bartolomé Salom, general en jefe del ejército sitiador. Confesó que, para el 22 de enero de 1826 -fecha de la rendición-, solo contaba con una fuerza efectiva de 440 soldados. Esta tropa no podía expulsar a los 300 hombres que se posicionaron al sur del fuerte de San Rafael, uno de los puntos más débiles de la fortaleza.
Jorge Luis Castro plantea que existía una posibilidad real de recibir auxilios desde España. Cabe resaltar que, días atrás, el propio Marqués de Torre Tagle se había presentado como prisionero de guerra ante el general realista Monet, quien, generoso, le reconoció el grado que tuvo en el Ejército español y le ofreció una guardia personal además del mando de la ciudad. Torre Tagle no aceptó y se retiró con su familia a los Castillos del Callao, donde vivió recluido, siendo sitiado por las tropas independentistas. Le acompañaban su esposa y sus hijos menores. Allí, en medio de las condiciones más espantosas, agotado moral y físicamente, víctima del escorbuto, murió la madrugada del mismo 23 de setiembre de 1825, a los 46 años de edad. Su esposa Doña Mariana Echevarría y uno de sus hijos tuvieron el mismo trágico fin.
Siempre me sorprendió que un personaje y un acontecimiento tan sobresaliente como el del Padre Pedro Marieluz. Bueno es ya romper el silencio sobre este sacerdote camilo ejemplar que nos brindó una lección de coherencia sacerdotal -auténtico mártir de la confesión sacramental- que le lleva a ofrendar su vida por Dios y por la patria siendo fiel a su vocación y su misión. Nuestro protagonista Pedro Marieluz colaboró en diferentes campañas, quizás de la mano de su tío paterno, teniente de la escolta del virrey Joaquín de la Pezuela. Al volver a Lima Rodil y tomar los castillos de Callao con los realistas, se encerró el 7 de diciembre de 1824, en calidad de vicario castrense. Tras la rendición de Ayacucho por La Serna el 9 de diciembre de 1824 los ocupantes del Callao no la aceptaron y se defendieron en el Fuerte esperando refuerzos españoles por el mar. La decisión del sacerdote no fue fácil, pues tuvo que elegir entre acatar los términos de la capitulación de Ayacucho de rendición total y seguir al desobediente y obstinado Rodil.
El único testigo que declara en el proceso de beatificación, José María García, quien ingresó en el Castillo tras la capitulación de Ayacucho, y tenía un hermano al servicio de Rodil, habla de una conspiración liderada por el segundo jefe de la fortaleza, el Coronel Rafael Montero -amigo del padre camilo- y que al ser descubierta, Rodil encargó al Padre Marieluz le declarase lo que supiese; puesto en capilla Montero antes de ser fusilado, pidió confesar con el Padre Marieluz. Nuevamente, Rodil, le insistió en que revelase lo que le hubiese declarado Montero. El Padre se negó expresando que aunque supiera no revelaría nada de lo que le hubiera dicho como a confesor por lo cual el General le hizo fusilar en efecto el 3 de enero de 1825.
EN LA REPÚBLICA. De 1826 a 1833, la fortaleza del Real Felipe sirvió como prisión política. En 1834 sirvió de refugio al recién elegido presidente Luis José de Orbegoso y Moncada, al sospechar de un golpe de Estado de parte del expresidente Agustín Gamarra.22 Al año siguiente, el presidente Orbegoso se dirigió al Cusco en un intento por frenar las acciones revolucionarias del mariscal Gamarra en el sur del país. En su ausencia, el sargento Pedro Becerra se amotinó en el Callao, en la madrugada del 1 de enero de 1835, apoderándose de la fortaleza. Sin embargo, la revuelta fue sofocada a los pocos días por el general de división Felipe Santiago Salaverry.23
En 1839, la fortaleza fue convertida en aduana, por decreto del presidente Agustín Gamarra.
En 1866, durante el combate de 2 de mayo, el fuerte fue una de las líneas defensivas peruanas contra la flota española al mando del almirante Casto Méndez Núñez.
El último suceso militar de la fortaleza fue durante la Guerra del Pacífico, en la cual la fortaleza impidió el desembarco de la escuadra chilena al mando del almirante Galvarino Riveros Cárdenas en el Callao. El castillo sobrevivió a la guerra, pero no sucedió lo mismo con los fuertes «San Rafael» y «San Miguel», que fueron completamente destruidos por las tropas chilenas. Después de la guerra, la fortaleza siguió funcionado como Aduana hasta 1934, año en que la aduana se traslada a su nuevo, y actual, local ubicado en el terminal marítimo del Callao.
En 1925, por disposición del presidente Augusto Leguía, se realizaron los trabajos de restauración del recinto retomando el nombre original de Fortaleza del Real Felipe.
El 20 de febrero de 1931 se produjo en la fortaleza una sublevación militar–policial encabezada por el general de Brigada EP Pedro Pablo Martínez y Ledesma contra el presidente Luis Miguel Sánchez Cerro. El general Martínez intentó con un discurso obtener el apoyo del pueblo del Callao, pero no obtuvo éxito. Tras varias horas de lucha los rebeldes se rindieron luego que aeroplanos del ejército bombardearan el lugar.2930
Desde 1934, la fortaleza del Real Felipe ha tenido distintos usos. En sus diversas instalaciones ha alojado a las oficinas de Resguardo, Capitanía de Puerto y hasta una Comisaría del Cuerpo de Seguridad de la República, habiéndose establecido en el sector donde funcionó la Comisaría una cárcel para presos políticos. Hasta el 31 de diciembre de 1945 fue sede de la Escuela de Suboficiales del Cuerpo Aeronáutico del Perú, habiendo funcionado además depósitos del Ministerio de Aeronáutica.
Fue declarada «Monumento Histórico Nacional» el 19 de mayo de 1952, convirtiéndose en sede del «Museo del Ejército Peruano».2231
En 1962, el diputado por el Callao Víctor Pérez Santistevan presenta un proyecto para la fortaleza del Real Felipe. El proyecto de restauración de la fortaleza fue llevado a cabo en 1962, siendo dirigido por el arquitecto Víctor Pimentel Gurmendi.
El Castillo del Real Felipe fue cuartel del Batallón de Infantería Paracaidista "3 de Octubre" N.º 39 del Ejército del Perú hasta 1980 y desde junio de 1980 hasta 1983 el Batallón de Infantería de Comandos "Guardia Chalaca" N.º 40 tuvo su sede allí. A partir de 1984 hasta nuestros días, lo ocupan el Batallón de Infantería Motorizada "Legión Peruana" N.º 1 y la Batería de Artillería Volante de la "Legión Peruana de la Guardia" del Ejército del Perú.
En la fortaleza fue recluido por cerca de tres años el general Jaime Salinas Sedó al ser capturado luego de su intento por restablecer el orden democrático en el país tras el Autogolpe de 1992 durante el gobierno de Alberto Fujimori. En 2007 bajo el segundo gobierno de Alan García se inició una nueva restauración de parte del Servicio de Ingeniería del Ejército, en coordinación con la Dirección de Museos del Ejército y bajo la Supervisión del Instituto Nacional de Cultura. Esta refacción fue con motivo de la realización del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico del 2008, donde la fortaleza fue una de las sedes del evento.
En 2016 el museo fue nuevamente restaurado así como muchas piezas de su colección, como trajes militares y cartas manuscritas de Bolognesi. El equipo de la historiadora del arte Costarricense Eugenia María Abadía González y los restauradores peruanos Roxiemiro Fernández y Carlos Huallpa fueron los responsables por la restauración de las obras y del museo.
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