domingo, 10 de octubre de 2021

BEATIFICADA FUNDADORA DE LAS CLARISAS CAPUCHINAS MARÍA LORENZA LONGO


BEATIFICADA FUNDADORA DE LAS CLARISAS CAPUCHINAS MARÍA LORENZA LONGO

Nacida en la segunda mitad del siglo XV,  beatificada en Nápoles, hoy 9-X-2021

Crónica de Adriana Masotti - Ciudad del Vaticano https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2021-10/maria-lorenza-longo-nacida-segunda-mitad-siglo-xv-beata-napoles.html

 

En su homilía, el cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, destacó la armonía de María Lorenza Longo entre la contemplación y la acción al servicio de los más pequeños. Se puede decir que en su vida vivió todas las vocaciones, siguiendo siempre el soplo del Espíritu Santo. Esta mañana, en la catedral de Nápoles, la misa de beatificación de esta noble mujer que hizo de su vida una cuestión de entrega a Dios

Semeraro: una mujer "portadora de Cristo" 

La palabra del Señor debe ser leída, escuchada, alabada, pero también debe ser observada. Así lo subrayó el cardenal Marcello Semeraro en la homilía de la misa de beatificación de María Lorenza Longo que, según el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, experimentó en su interior la "fuerza generadora de la Palabra escuchada y vivida". En la catedral de Nápoles se encuentran las clarisas capuchinas del monasterio conocido como "delle Trentatré", una orden fundada por ella, y hermanas de otras comunidades. El cardenal la describió como "una mujer para todas las vocaciones": 

"Fue esposa, madre, laica consagrada a la caridad, monja contemplativa y en todos estos "estados" de su vida estuvo siempre a la escucha de la voz de Dios, que la llamaba a ser "portadora de Cristo"."

 

Escuchar la voz del Espíritu

Constantemente trataba de entender cómo podía realizar el plan de Dios en su propia vida. María Lorenza Longo "fue una esposa fiel y una madre solícita", continuó el cardenal Semeraro, contando que cuando su marido partió hacia Nápoles, como miembro del Consejo Colateral del Virreinato tras el rey Fernando el Católico, María Lorenza le siguió incluso en su difícil estado físico, para apoyarle en el desempeño de sus funciones. Habiéndose quedado viuda, confiando en Dios incluso en esas circunstancias, se puso "al servicio de la caridad". Fundó "el Hospital de los Incurables" no sólo para asistir a "los últimos de los últimos", sino también para acompañar a los marginados al encuentro con Cristo.

 

La fundación de las Clarisas Capuchinas

El prefecto describe a continuación otra etapa fundamental en la vida de Maria Lorenza Longo:

"Entonces hizo la elección de la vida contemplativa para ella y otras hermanas: "las Treinta y Tres", que se convirtieron en seguidoras del Poverello de Asís y de Clara, su "pequeña plantita". La fecundidad de esta elección se puede comprobar todavía hoy: hoy hay más de 2.000 clarisas capuchinas en más de 150 monasterios."

Su último empeño fue el fuerte apoyo que prestó a la fundación del "Monasterio de la Convertida", iniciando así "la curación de una gran lacra social".

 

Humildad y fe combinadas con obras

El cardenal Semeraro destacó la "armoniosa composición en su vida de la contemplación y la acción", "la íntima correspondencia entre la fe y la vida" y la humildad que la llevó a "dejar siempre la última palabra a Dios". Y concluye:

"Nuestra Beata, con sus opciones de vida, imitó tanto a Marta como a María y al final de su vida, en su lecho de muerte, dijo: "Hermanas, os parece que he hecho grandes obras de bien; pero yo en nada confío, sino todo en el Señor". Luego, mostrando la punta de su dedo meñique, dijo: "¡La fe me ha salvado!"

 

TRAYECTORIA HISTÓRICA

El año de nacimiento de Maria Lorenza Longo no se conoce con precisión, probablemente fue en 1463. De origen catalán, pertenecía a una familia noble de Lérida. Se casó con Juan Llonc, regente del Consejo de Aragón, a una edad muy temprana, quizás a los dieciséis años. Una bebida envenenada le paralizó las piernas, pero tras enviudar, se curó durante una peregrinación al santuario de Loreto. De vuelta a Nápoles, decidió dedicarse por completo a las obras de caridad, fundando en 1519 el Hospital para los llamados "incurables", es decir, los enfermos de sífilis. Más tarde, María Lorenza también quiso ocuparse de las prostitutas, creando una comunidad de "convertidas" y abriendo un monasterio. Junto con algunas mujeres que se habían unido a ella, decidió fundar una nueva institución de clausura de franciscanas contemplativas. El 19 de febrero de 1535 obtuvo el permiso del Papa Pablo III para construir un monasterio para ellos "bajo la regla de Santa Clara".

El 10 de diciembre de 1538, el mismo papa reconocía la nueva fundación como "monasterio de estrechísima observancia de la Orden de santa Clara", poniéndolo bajo el cuidado de los Hermanos Menores Capuchinos, de los cuales toma el mismo estilo de vida: austeridad y sencillez, intensa vida de oración de día y de noche, espontaneidad en las relaciones fraternas, con un matiz de extremo retiro claustral delineado ya en las directrices de la Madre María Lorenza Longo. Es la época de la Reforma cuando nacen la Clarisas Capuchinas, tiempo de nuevas energías y entusiasmo para vivir en fidelidad el carisma de Santa Clara de Asís, para lo cual, el nuevo monasterio se vale también de las Constituciones de Reforma de santa Coleta de Corbie.

La fecha de su muerte también es incierta, pero parece que tuvo lugar en octubre de 1539.

De este modo, después del primer monasterio en  Nápoles, surgen nuevas fundaciones en Italia, España, México, Guatemala, Perú, Brasil, Islas Filipinas, Eritrea, Etiopía, Mozambique, Sudáfrica, etc.

EN MÉXICO

En el año 1665 se funda el primer Monasterio de América, el de San Felipe de Jesús de Hermanas Clarisas Capuchinas en Nueva España, por seis hermanas provenientes del Monasterio de la Purísima Concepción de las Capuchinas de Toledo, España. El punto de arribo es el Puerto de Veracruz el 8 de septiembre de 1665, en donde después de diecisiete días de descanso continúan su camino hacia la ciudad de México. Pocos días más tarde, una gran tormenta azota el Puerto de Veracruz hundiendo tres navíos, de entre los cuales "Nuestra Señora del buen suceso", que las condujo en su travesía de España a las Indias; a partir de entonces las seis hermanas se llamaban entre sí "las navegantas". El día 8 de octubre llegan a la Ciudad de México, en donde fueron recibidas por el pueblo, el cabildo y la virreina con sus damas, entre ellas una joven de 17 años, que más tarde sería la famosa Sor Juana Inés de la Cruz.

http://www.seminariodezacatecas.com/uncategorized/350-anos-de-la-presencia-de-las-hermanas-clarisas-capuchinas-en-mexico/

LIMA

En 1669, el lugar era la sastrería del bondadoso indio chiclayano Nicolás Puicón, más conocido como Nicolás Ayllón, y de su esposa María Jacinta Montoya. Ambos acogieron a jovencitas piadosas y convirtieron el recinto en una casa de recogimiento. En 1678 el inmueble pasa a ser beaterio.

La fundación limeña corrió a cargo de las Capuchinas de Madrid quienes llegaron al Perú, tras una navegación plena de aventuras y penalidades que contaron con la paternal compañía del sacerdote limeño doctor Fausto Gallegos. Fue un 3 de enero de 1710, cuando partieron desde Madrid  las intrépidas religiosas sor María Rosa (Josefa de Ayala y Castro), sor María Gertrudis (Gertrudis de Alva y Frenesí), sor María Bernarda (Bernarda de Callejo), sor María Catalina y sor María Estefanía. El primer contratiempo sufrido fue el asalto de los corsarios holandeses que le obligaron a detenerse en Portugal.

Llegadas a Buenos Aires, falleció la madre María Estefanía, que fue enterrada en la iglesia de San Francisco. Repuestas de tan doloroso contratiempo, el 10 de octubre de 1712, las hermanas partieron hacia Mendoza con doce carretas de bueyes para llevar todos los enseres embarcados desde España. De allí se dirigen a 18 días Santiago de Chile, reposando 12 días en el monasterio de Santa Clara de la Cañada. Siguen hacia Valparaíso en donde enrumban al Callao, llegando el 1 de febrero. Tres días después, 4 de febrero entra en Lima, por la calle de San Juan de Dios. El Virrey presta su carruaje para transportar a las monjas españolas, escoltadas por damas limeñas y con el concurso de toda la población que celebraba gustosa tan devota comitiva. Los repiques de campanas y fuegos artificiales llenaban de gozo el cielo limeño.

Como todavía no estaba listo el futuro convento y las obras de remodelación del antiguo beaterio continuaban, las religiosas recibieron fraternal hospedaje en el monasterio de San Miguel Arcángel de Lima, de las Trinitarias Descalzas. Allí, las recibieron cantando el Te Deum Laudamus. El 14 de mayo de 1713, después de tres meses y medio de su llegada, salieron del monasterio de Trinitarias — en medio de aplausos -, las cuatro fundadoras, en pomposa procesión presidida por el Virrey y seguida por los oidores de la Real Audiencia y autoridades eclesiásticas y civiles. Fue el mismo Virrey don Diego Ladrón de Guevara, quien de la mano hizo ingresar a la madre María Rosa y a las otras religiosas en la clausura del nuevo monasterio capuchino. Antes de entrar al coro, un grupo de niños vestidos como Jesús, María y José entregaron a la futura abadesa, una cruz, un báculo y una llave, como símbolos del cristianismo, la autoridad y la posesión de la casa, respectivamente.

Al quedar solas esa noche encontraron que tenían hecho todo lo necesario, según las memorias de la madre María Rosa: "El claustro es muy lindo y acomodado a nuestras constituciones, las celdas, dieciséis que hayamos son mayores que lo que se estilan en nuestras comunidades…el coro es lindísimo…..también hallamos hechos el antecoro, sacristía, lavandería, ropería, concia y refectorio".

 

Al día siguiente, trece de las dieciséis beatas que recibieron a las fundadoras tomaron el hábito capuchino, incluyendo a Isabel María de la Natividad, que había sido la superiora del beaterio, y a su hermana Rosa Teresa, a quien llamaron María Coleta y llegó a ser la primera abadesa peruana del monasterio. Trece años después de la fundación del monasterio de Lima, el 9 de septiembre de 1726, salieron con destino a Santiago de Chile para fundar el monasterio capuchino de la Santísima Trinidad, las madres María Bernarda, una de las españolas que llegaron para fundar en Lima, la madre María Francisca, que había sido la superiora del beaterio hasta 1713, la madre María Jacinta, la madre María Gregoria y la madre María Rosalía.

 

BEATIFICACIÓN FUNDADORA

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